Ante los ojos del error, somos todos iguales. Pero todos se creen con derecho a ser Dios; señalarte y mandarte a la muerte. En realidad no son todos, es uno solo. La multitud tiende a robar códigos ajenos, empaparse en una causa que no es suya. Solo hace falta un líder que localice un error, un defecto; y allá va el gentío. Siempre supuse que las personas estarían cada una en su camino, pero pasé muchas cosas por alto. Me olvidé que son todos unos idiotas. 
Amor de mis amores  >>