en blanco



Dejar la mente en blanco es el peor delirio para todo aquel que pretenda ostentar cordura. Es imposible pasar más de cuatro segundos sin inundar el cerebro con dudas. Ese día llovía, el cielo nublado no me deseaba buenos días. Caminaba por inercia, sin ninguna motivación. Lo miré de lejos, como quien mira una obra de arte: nunca iba a sentirlo mío. No importaba cuánto hiciera, cuánto lo intentara. Lo tenía tan cerca que lo sentía respirar; lo tenía tan lejos que todo lo vivido aprecía imaginario. Esos momentos que tan feliz supieron hacerme se estaban volviendo invisibles, a un ritmo tan lento que no podía entender qué había fallado. Mi mente estaba helada porque le faltaba esa caricia que le transmitiera calor. Y esta historia no termina con una mano que socorre a contagiar calidez; termina con una mente tan fría que, finalmente, pudo quedar en blanco.