summertime sadness




– ¿No te duele?
   Lo miré.
   Él nunca había sido del tipo de persona que repite las cosas. Por eso, no volvió a hablar. Sin embargo, estaba haciendo un gesto. Dibujaba un círculo invisible con el dedo. Tampoco hablé, pero lo entendí. Me estaba preguntando por todo. Me preguntaba si "todo" me dolía.
   Mi vida estaba plagada de baches. Y eso era lo que la gente recordaba. Mil acciones buenas empatan con una simple mala acción. Por momentos pude entender los discursos armados, los clichés de la pantalla grande. Pude actuar por otros, no sólo por mí. Fui capaz de ceder, abandonar esa zona cómoda en la que tanto supe refugiarme; simplemente por hacer feliz a alguien más. Pero, ¿qué importaba? Hace tiempo que lo siento. Siento que camino con una flecha en la cabeza. Una flecha que me marca, me diferencia; me deja en constante evidencia por ser una persona que supo obrar mal.
   – La rebeldía es un estado de la mente.– Ni siquiera me miró, pero dejó caer esa frase, esperando que hiciera efecto en mí. Siguió pintando. No necesitaba palabras cuando tenía un buen pincel cargado. Creía en el poder del color por sobre el poder de la palabra. Por eso nos entendíamos. Porque hablar era lo mío.
   Lo tengo grabado a fuego. Fue un 13 de junio; esa fecha nunca volvió a ser la misma, nunca volvió a ser común. Lo que se vuelve difuso es el año. A veces parece que fue un hecho remoto, un hecho lejano; a veces pega fuerte en la memoria porque las distancias se acortan. Cargo con mi error como acto de conciencia; no necesitaba que otros me lo recordaran. ¿Por qué era así?
   Finalmente pude hablar.
   – Sí. Me duele todo.