el fin del segundo acto

 


Montevideo, agosto 2013.

    Para vos:
   ¿Nunca te pusiste a pensar en lo rápido que se mueve todo? Basta con frenar un segundo. Los autos corren, las personas corren. La vida corre. Me cuesta muchísimo mirar atrás; porque todo parece volátil cuando se vuelve recuerdo. Qué fue real, qué no lo fue. Confundo constantemente lo que pasa en mis manos con lo que pasa en mi mente. Confundo lo que hacés con lo que me gustaría que hicieras. La realidad no sólo se mide en recuerdos. Se mide con algún envoltorio de comida que, aunque parezca normal, esconde una historia. Se mide con algún boleto que lleva consigo una fecha especial. Se mide con una esquina que lleva un olor especial, con un mensaje de texto en el momento justo. 
   Si te ponés a pensar, esta vida es una obra de teatro. Cada paisaje que te toca visitar es un escenario; cada persona que te acompaña, un personaje. Y, siguiendo esa modalidad, cada momento que creas que marca tu vida es simplemente un nuevo acto. ¿No te sirve para entenderlo? Todo acto tiene un fin. Cuando te sientas en la cima, cuando explotes de felicidad; cuando tu ánimo llegue al suelo, o creas que no tenés más nada que hacer. Ambos actos se terminan, ambos tienen un fin.
   Todavía no sé por qué me senté a escribirte esta carta. Hace mucho que no te veo, me desbordo con facilidad. Necesito que la vida se enlentezca un poco, que aminore la marcha. Necesito que lo que pasa en mi mente se vuelva realidad. Necesito que seas el protagonista de todos mis actos.
   Te espero.
Yo.