el último giro

   La música entró por los oídos hasta las neuronas, con intenciones de despertarlo. Abrió los ojos, todo se veía como antes, todo parecía normal. El agua lavó su cara, pero no su mente. El café le dio energía, pero no ideas. Y salió, despedido al mundo. Caminaba con potestad, pero por inercia. Todo se veía como antes, todo parecía normal. Había pasado los últimos meses viajando en un avión mental; de vez en cuando aterrizaba, pero ese día chocó. Lo sentía. En las manos frías, en el cerebro pausado. ¿Quién le había dicho que podía ganar? Nadie. Pero, como mal perdedor, no supo manejar la derrota. 
   Siempre fue un hombre recatado. Controlador, precavido, con todo calculado. Pero en ninguno de sus planes estaba perder el control, en ninguno de sus planes estaba no poder opinar sobre su destino. Siempre fue un hombre superado. Estiraba los brazos pensando que podía acaparar al mundo. Pero le faltó tierra por abrazar. Al que está detrás del volante no le gusta que le controlen la dirección. No le gusta que la ruta tenga curvas inesperadas. Y fue esa mañana de setiembre cuando la vida cambió, cuando el auto giró, cuando el avión mental chocó.