skinny love




No sé si debería haber ido, pero fui. Hace años que no pisaba un cementerio. Era un lugar apacible, sereno. Un lugar tranquilo. Irónicamente me transmitía seguridad. Había comprado tres claveles; no eran ostentosos, simplemente eran simbólicos. Quería decir adiós. El viaje en auto fue silencioso, ni siquiera prendimos la radio. Mi cerebro me hablaba, me preguntaba, me pedía. Mi cerebro se aceleraba porque quería respuestas, quería saber por qué pasan ciertas cosas. Por qué la vida se siente volátil hasta que la realidad cae. Por qué la gravedad de los problemas es relativa; por qué la muerte es capaz de eliminar cualquier tensión previa. Y no sabía qué contestarle. Cuando encontramos el lugar, no había nadie. Habíamos llegado tarde, había terminado. Dejé las flores en un lago. Las vi flotar, las vi alejarse. Subí al auto, cerrando los ojos. Hasta el cerebro se silenció.