la pelota al diez


"¡Qué jugador!" repetía la tribuna. Más que un jugador, era un artista. Tenía una resistencia excepcional, pero nunca escatimaba en elegancia. Cada movimiento hipnotizaba la vista, era un mago de la pelota. Todos sus pases terminaban en un punto. Y afuera de la cancha también. Consideraba que las mujeres de su vida eran como partidos de fútbol: entrar, trabajar, meter el gol. Terminar el partido, sacarse la camiseta, descansar. Ninguna trascendía en su vida. Todas las semanas se repetía la historia; él era el mismo, pero cambiaban los rivales, cambiaban las mujeres. Hasta que el hombre que jugaba dos juegos paralelos en su vida tuvo un desliz, un error: se enamoró. Se convirtió en un simple mortal que buscaba ser amado; pero no pudo abandonar su ritmo de vida. Alejó de su alrededor a quien quería cuidarlo, alejó a la mujer que quiso durar más de noventa minutos en su vida. No fue capaz de bajar la pelota al piso, no fue capaz de dejarse querer. Para ser una persona con mucho fútbol, terminó siendo una persona con poca cancha.