calendarios




  No podía abrir los ojos, tenía la vista cansada. Igual que su vida. Creía fervientemente que el cambio de año iba a dar vuelta su suerte, que iba a arreglar todos los baches que tenía su existencia. Estaba convencido de que estrenar un calendario era lo que necesitaba para renacer. Por supuesto que el temor a la muerte lo asustaba, le hacía sentir que el tiempo se agotaba. Que cada paso, cada día, cada sol que viera pasar; todo estaba condicionado por el mismo final. Que, a fin de cuentas, no importaba nada más. 
   Puso el calendario sobre la mesa. Y para este año, se propuso vivir.