in this torn up town



   Aquel lamento no iba a servir de nada. Aquel susurro capaz de quebrar paredes necesitaba irse. Pero no sabía cómo solucionarlo. Cruzó multitudes para encontrarse con ese viejo amigo, el mar. Lo saludó mirándolo fijo por horas; dejó al reloj dar varias vueltas. Con el sol muriéndose en sus ojos, lo sintió. La realidad estaba atravesándole el cuerpo como una fina espada. Lentamente se dio cuenta de que esta vida eran momentos que simplemente iban a fluir. Que su presencia era esporádica, que este mundo trascendía su humanidad. Tenía la espalda cargada, la mente densa.
   Fue a despedir al mar. Y no volvió.