pedacitos



   Un día te despertás y estás roto. Todo parece normal; caminás, mirás, hablás. Pero no se ve, no se escucha. Tu todo se convirtió en muchos algos, tu entereza se convirtió en muchos pedacitos. Cada día nublado te desarmó un poco, cada momento oscuro te rompió un poco más. Sos inercia, viviendo sin saber cómo, pero viviendo al fin. Abrís los ojos, sin ver, en un mundo donde todos creen que pueden armarte. Donde todos caminan en puntas de pie con entereza artificial. Donde todos tienen una potestad enorme e imaginaria para dar órdenes y enderezar trozos ajenos. Y, de repente, esos ojos que no ven se cruzan con otros que sí. No es un todo unido con pegamento, son otros miles de algos, con pasado y cicatrices.  Son otros trocitos que viven sin cómo. Entonces, los ojos se miran tanto que los pedacitos empiezan a resurgir. Se mezclan, se abrazan; se unen y no se sueltan más. Hasta que, un día, despertás con pedazos del otro en el alma.