girasoles



   Estás sentado, mirando. Mirás hacia adelante, sin saber qué tenés en frente ni por qué te limita.  Es la falsa calma de creer que saliste de un pozo, cuando seguís inmerso en uno más grande. Descubriste, al fin, que resurgir es relativo; que nadie termina de resucitar.  El mundo sigue siendo el mismo; pero ahora tenés miedo. Tanteás los días a oscuras, en silencio. No importa qué te digas, qué te digan, cómo te quieran consolar. El sol llega sin que te des cuenta.

   Me preguntaste por qué me gustan los girasoles. Son bastante inteligentes, ¿no? Buscan luz, buscan calidez. Saben qué les hace bien y, simplemente, se mueven hasta encontrarlo. Y a mí, que he vivido bajo varios huracanes, no me vendría mal hacerlo.